AQUEL ÚLTIMO SUSURRO
Pesaban
muy poco pero aplastaban sueños. Aquellas palabras que él me dedicaba cada día
casi sin mirarme, llegaban hasta mí de una forma ágil y dañina. Era su forma de
acudir puntual a la cita con la ruina de todo mi ser. Sin embargo yo no fui capaz de reaccionar a
tanta devastación, hasta el día que
acerté a recordar esas últimas palabras que mi madre me susurro mientras se iba
para siempre, su mano apretando la mía: “Hija, todos piensan que es la ola la
que te ahoga, pero es la gota, una tras otra, la que derriba el muro”. Y entonces, lo entendí todo.