viernes, 28 de noviembre de 2014

DULCE ADIÓS

Llegaba apurado y con ansiedad ante la idea de no encontrarla a tiempo. Me precipité por la escalera lo más deprisa que pude y a punto estuve de chocar con una pareja que estiraba su despedida. Desde el andén buscaba un pañuelo rojo y un bolso a juego. Acercándome a mi vagón pude verla observando con discreción la zona por la que yo avanzaba. Me reconoció al instante y yo me acerqué torpemente hasta ella. Antes de esbozar siquiera un saludo, ella se acercó, me llamó por mi nombre y me beso dulcemente en la mejilla.
- Hola Carmen, casi no llego.
- No importa. Estamos aquí y tu tren aún espera - dijo con aplomo.
Mientras su sonrisa me desarmaba por completo pensé en un imposible cambio de planes. Entonces me cogió de la mano, y me llevó junto a la entrada del vagón. Abrazándome, me besó dulcemente en los labios. Retrocedió y sin dejar de sonréir esperó hasta que nuestras miradas dejaron de buscarse a lo lejos.
Pensativo, busqué el folleto de la agencia Dulce Adiós: "Despedida intensa: incluye beso en los labios y abrazo". Despedida premium: incluye besos apasionados y caluroso adiós. Carmen, quizá la próxima vez.

jueves, 27 de noviembre de 2014

¿CUANDO SE ACABA LA MAGIA?

Esta misma mañana en el banco mientras soy atendido en la caja; detrás de mi dos mujeres. No me giro aunque una de ellas está empezando a alzar la voz:

-        -  Llevo veinticinco años aguantando pero ya está, se acabó. Con esa cara de buena que tienes y no tienes más que veneno. No has podido acabar conmigo pero yo si lo voy a hacer contigo.

Me da no se qué darme la vuelta, aunque entre lo que escucho y la cara del cajero me hago a la idea de que la cosa se pone fea. Otra persona del banco intercede porque conoce a la mujer que permanece callada. Asegura que es una buena persona y que no está bien que la insulte de ese modo. La que habla aclara que son hermanas. Ahora sí me giro y me fijo solo en la mujer que permanece callada. Adivino el rostro de alguien que no está, su cuerpo y su cara si están, pero su ser no. Desconozco si es la buena que calla, o si calla porque es la mala o calla porque no se entera de nada. Que se yo. Ante la intervención de la persona del banco, la acusadora  eleva aún más el tono:

-          - Si, si, es buenísima –exclama- Me quiere matar, pero no ha podido  ni podrá.

Me entero, imposible no hacerlo, que están allí para pagar un montón de recibos de IBI correspondientes a unas cuantas propiedades que pertenecen al padre de ambas. Dinero, maldito dinero. La acusadora continúa cada vez más tensa:

-         - Tomo tres Prozac al día. Llevo media vida con depresión y he intentado suicidarme, pero ya está bien. Me han destrozado la vida, por qué yo soy diplomada en economía, y no pude acabar mis estudios por la depresión, la que me han provocado entre todos, la que me ha provocado este mal bicho – refiriéndose a su hermana-. Y estoy aquí para que no sigan engañándome con el dinero, porque me están robando.

Ahora sí, ya no puedo más y vuelvo a girarme para poder ver a la mujer que habla sin parar, y no puedo por más que fijarme primero en ella y después en su hermana. Repaso fugazmente sus rostros y me imagino dos niñas pequeñas unidas por su amor fraterno. Vuelvo a girarme hacia el cajero del banco y mientras éste hace sus operaciones pienso en el deterioro que la vida provoca en las personas, en la inquina, en el odio larvado durante años, en esos rostros tristes y desencajados que veo ahora. Reflexiono, mientras una lista de desagravios suenan como música de fondo, sobre en qué momento de nuestra vida se acaba la magia y empieza el infierno.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Podemos y debemos

El momento ha llegado. Los sesudos asesores se revuelven inquietos en sus despachos con olor a rancio. El baile les ha cogido con el pié cambiado, se les ha olvidado la letra y ya es tarde para reaccionar. Nadie lo esperaba (aunque lo deseara medio país), pero era una de esas vanas esperanzas que se verbalizan casi con melancolía, como refiriéndose a lo que nunca pasará. A lo imposible. Pues bien, lo imposible se ha hecho posible. Un grupo de jóvenes profesores, preparados, organizados y sobre todo convencidos, han puesto en ascuas a los mandamases de la política y la economía de nuestro país. El parlamento, el senado, las diputaciones y hasta las juntas de vecinos andan revueltos ante lo inevitable. El relevo está cerca. Hemos pasado de la sonrisilla pusilánime de quienes se creían intocables, a esa otra sonrisa nerviosa y tensa de quienes se saben en peligro. La fiesta se acaba y alguno aún no se ha enterado. Hay mucho que perder y las cloacas del sistema han empezado a bullir. Se buscan muertos en los armarios para acoquinárselos a estos imberbes de expediente inmaculado, no vaya a ser que lleguen limpios a las elecciones, y las ganen. Eso sí que no. Los consejos de dirección de los bancos, los consejos de  redacción de los periódicos, los comités ejecutivos de los partidos y hasta el sursuncorda se han movilizado para poner palos en las ruedas a ese bólido que se acerca a toda velocidad y que amenaza con llevárselos por delante. La guerra sucia ha empezado, por lo que en los próximos tiempos seremos testigos de una gran campaña de intoxicación: que viene el coco con coleta. Pero estamos escarmentados, o deberíamos estarlo. Van a hacer todo lo posible por impedirlo. Prometerán el cambio, ese cambio que garantiza que todo seguirá igual. Sin embargo esta vez es diferente; hemos visto el cartón piedra y los hilos de la marioneta. Esta vez podemos, y debemos cambiar las cosas.