BASTAN DOS DEDOS PARA ACABAR CON
TODO
No había escuchado mal. Ante nuestro
desacuerdo proponía solucionarlo a piedra, papel o tijera. Pensé que se trataba
de una broma absurda buscando mi reacción. Pero no. Iba en serio.
—Venga—dijo escondiendo su mano
derecha tras la espalda.
Completamente descolocado, mi
mente recorrió rápidamente los atajos para llegar a mi niñez, rememorando aquel
juego odioso en el que siempre me había sentido incapaz de ganar. Sin tiempo casi
para reaccionar, ella se dispuso a contar hasta tres, mientras mi mente dubitativa
oscilaba entre elegir la piedra que acabase con la tijera, el papel para
envolver la piedra, o la tijera que cortase el papel. Examiné mis posibilidades
en décimas de segundo: ella era tan sutil que difícilmente elegiría la piedra y
odiaba los papeles, así que pensé que optaría por la tijera. A la de tres, y en
un último acto de amor, mostré mi mano extendida milésimas de segundo antes de
que sus dedos índice y medio apareciesen frente a mí para acabar con todo.
—¡La tijera corta el papel!—gritó
como quien se desprende de una pesada carga.
Una hora después, dos maletas, mis recuerdos de los
últimos diez años y yo, esperábamos juntos frente al ascensor